miércoles, 13 de febrero de 2013



LA NUEVA FAMILIA SACERDOTAL 


La expiación abrió las puertas para un nuevo sacerdocio; ahora somos sacerdotes de Dios y nuestro Sumo Sacerdote es el Señor Jesucristo. En la Cruz del Calvario terminó la administración de la ley para condenar y se inició la administración de la ley para restaurar. Para que esto se llevara  a cabo, era necesario un nuevo pacto, un nuevo santuario y un nuevo pueblo en el cual existiera el entendimiento de que Cristo está por encima de la ley.

Él fue Justo y Fiel hasta la muerte y muerte de cruz y por lo tanto está por encima de la ley no para cambiarla, sino para aplicarla conforme a Su deseo y éste es de transformarnos y mostrarnos que somos un nuevo sacerdocio.

¡Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti Jehová? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
Miqueas 6:8

Podemos ver el hacer justicia como una declaración de condenación total, pero nosotros debemos hacerla y aplicarla para restauración total.

Jehová pasó frente a Moisés y proclamó: —¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad.
Éxodo 34:6

No hay un trabajo más peligroso y con más responsabilidad que ser sacerdotes y para esto, debemos entender qué es lo que quiere Dios de nosotros, por eso es esencial que le conozcamos, acercándonos a Él con gozo y agradecimiento y no con temor, pues Jesucristo por medio de Su sacrificio, nos ha permitido entrar a la presencia de Dios.

Ahora pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti? Sólo que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que ames y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos que yo te prescribo hoy, para tu bien.
Deuteronomio 10:12-13

La razón por la que Dios quería un pueblo cercano a Él, era para que comunicara a otros pueblos Su gloria. En el Antiguo Testamento, la ley se reducía amar al Señor con todo tu corazón, tu alma y fuerzas. Amarlo con el corazón, significa hacerlo con mi decisión, conectándome con Él y representándolo porque Él también me representa.

Amarlo con toda mi alma es hacerlo con mis sentimientos, los cuales junto con los deseos, son parte esencial de mi ser y tengo que dirigirlos no hacia lo que me cause deseo  o satisfacción sino a lo que agrada a Dios.  El diablo que conoce mis deseos, me ofrece cosas para satisfacción, aquí es donde debo dejarme guiar no por la vista sino por el oído. La vista despierta mis deseos y es por eso que debo amar a Dios con toda mi alma, no viendo sino oyendo.

Amarlo con todas las fuerzas implica fuerza mental, económica y con todo lo que tengo.  En el Nuevo Testamento se agrega que debemos amarlo con nuestro entendimiento. Esta palabra significa revelación dando a entender que Dios me tiene que revelar su intención.  

No permitamos que nuestra decisión sea manipulada por nuestras circunstancias, para que esto no ocurra, es esencial la revelación o entendimiento; saber por qué Dios dejó la ley, entender que su verdadero sentido no es castigo sino corrección; sin embargo, ésta fue utilizada ya no para proteger al justo sino para encontrarle al justo errores.  Satán aplicaba la ley de la muerte y su intención no era restaurar sino encontrar culpable aún al más Justo, nuestro Señor Jesucristo pero el Padre vio que Su Hijo fue Justo hasta la muerte y al tercer día lo levantó entre los muertos dándonos a nosotros la bendición de ser sacerdotes de Dios.

Busquemos la misericordia en nuestras vidas, no de forma humana porque a veces sólo tenemos lástima, falta de carácter o culpabilidad. Muchas veces como humanos nos dejamos guiar por lástima pero nuestra justicia no se debe de detener en ella sino ver más allá y dar por gracia lo que por gracia hemos recibido.  La misericordia nunca se aplica con culpabilidad porque de esta manera no restaura.

La naturaleza de Dios es misericordia y su intención es restaurar a través de Su ley. Como sacerdotes debemos entender que esa tiene que ser también nuestra naturaleza. Vivimos para servir a Jehová, pero ¿Cómo lo haremos?  Si lo amamos, seremos usados como instrumentos para servir a otros, dando siempre con la intención de restaurar. La misericordia se tiene que mover en nuestras familias, es intencional y posesiva (no aprovechándose sino sembrando en el terreno que Dios me ha dado) y confesando:

¡Yo y mi casa, serviremos a Jehová!

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