LA
NUEVA FAMILIA SACERDOTAL
La expiación abrió las puertas
para un nuevo sacerdocio; ahora somos sacerdotes de Dios y nuestro Sumo Sacerdote
es el Señor Jesucristo. En la Cruz del Calvario terminó la administración de la
ley para condenar y se inició la administración de la ley para restaurar. Para
que esto se llevara a cabo, era
necesario un nuevo pacto, un nuevo santuario y un nuevo pueblo en el cual existiera
el entendimiento de que Cristo está por encima de la ley.
Él fue Justo y Fiel hasta la
muerte y muerte de cruz y por lo tanto está por encima de la ley no para
cambiarla, sino para aplicarla conforme a Su deseo y éste es de transformarnos
y mostrarnos que somos un nuevo sacerdocio.
¡Oh hombre, Él
te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti Jehová? Solamente hacer
justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
Miqueas 6:8
Podemos ver el hacer justicia
como una declaración de condenación total, pero nosotros debemos hacerla y
aplicarla para restauración total.
Jehová pasó
frente a Moisés y proclamó: —¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento
para la ira y grande en misericordia y verdad.
Éxodo 34:6
No hay un trabajo más peligroso y
con más responsabilidad que ser sacerdotes y para esto, debemos entender qué es
lo que quiere Dios de nosotros, por eso es esencial que le conozcamos,
acercándonos a Él con gozo y agradecimiento y no con temor, pues Jesucristo por
medio de Su sacrificio, nos ha permitido entrar a la presencia de Dios.
Ahora pues,
Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti? Sólo que temas a Jehová tu Dios, que
andes en todos Sus caminos, que ames y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos de Jehová y sus
estatutos que yo te prescribo hoy, para tu bien.
Deuteronomio
10:12-13
La razón por la que Dios quería
un pueblo cercano a Él, era para que comunicara a otros pueblos Su gloria. En
el Antiguo Testamento, la ley se reducía amar al Señor con todo tu corazón, tu
alma y fuerzas. Amarlo con el corazón, significa hacerlo con mi decisión, conectándome
con Él y representándolo porque Él también me representa.
Amarlo con toda mi alma es hacerlo
con mis sentimientos, los cuales junto con los deseos, son parte esencial de mi
ser y tengo que dirigirlos no hacia lo que me cause deseo o satisfacción sino a lo que agrada a
Dios. El diablo que conoce mis deseos,
me ofrece cosas para satisfacción, aquí es donde debo dejarme guiar no por la
vista sino por el oído. La vista despierta mis deseos y es por eso que debo
amar a Dios con toda mi alma, no viendo sino oyendo.
Amarlo con todas las fuerzas implica
fuerza mental, económica y con todo lo que tengo. En el Nuevo Testamento se agrega que debemos
amarlo con nuestro entendimiento. Esta palabra significa revelación dando a
entender que Dios me tiene que revelar su intención.
No permitamos que nuestra
decisión sea manipulada por nuestras circunstancias, para que esto no ocurra, es
esencial la revelación o entendimiento; saber por qué Dios dejó la ley,
entender que su verdadero sentido no es castigo sino corrección; sin embargo, ésta
fue utilizada ya no para proteger al justo sino para encontrarle al justo
errores. Satán aplicaba la ley de la
muerte y su intención no era restaurar sino encontrar culpable aún al más
Justo, nuestro Señor Jesucristo pero el Padre vio que Su Hijo fue Justo hasta
la muerte y al tercer día lo levantó entre los muertos dándonos a nosotros la
bendición de ser sacerdotes de Dios.
Busquemos la misericordia en
nuestras vidas, no de forma humana porque a veces sólo tenemos lástima, falta
de carácter o culpabilidad. Muchas veces como humanos nos dejamos guiar por
lástima pero nuestra justicia no se debe de detener en ella sino ver más allá y
dar por gracia lo que por gracia hemos recibido. La misericordia nunca se aplica con
culpabilidad porque de esta manera no restaura.
La naturaleza de Dios es
misericordia y su intención es restaurar a través de Su ley. Como sacerdotes
debemos entender que esa tiene que ser también nuestra naturaleza. Vivimos para
servir a Jehová, pero ¿Cómo lo haremos?
Si lo amamos, seremos usados como instrumentos para servir a otros,
dando siempre con la intención de restaurar. La misericordia se tiene que mover
en nuestras familias, es intencional y posesiva (no aprovechándose sino
sembrando en el terreno que Dios me ha dado) y confesando:
¡Yo y mi casa,
serviremos a Jehová!
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