EL NUEVO PACTO
La intención del Antiguo Testamento
fue siempre manifestar quién era el Verbo de Dios y mostrar que el sacrificio
de Jesucristo era necesario para que pudiéramos entrar al Nuevo Pacto, el cual
siempre fue el propósito de Dios respecto a Su Iglesia.
Si entendemos que estamos en el
presente de Dios, debemos comprender también el principio básico de que “El que
comenzó la buena obra en nosotros, no se detendrá hasta terminarla”. Este principio no se tiene que cumplir
solamente en mí como individuo, sino en nosotros como Cuerpo de Cristo, alcanzando
incluso a todo aquel que aún no le conoce todavía, pero ha de creer en Él. El
Señor Jesucristo en la expiación, inauguró el nuevo santuario en Su Cuerpo, el
cual está formado por todos nosotros. ¡Dios no se detendrá hasta que todos
lleguemos a la estatura del Varón Perfecto!
En el Antiguo Testamento, la
labor de un juez era enseñar a obedecer la ley para así evitar pasar sentencia
e impedir que ésta, se quebrantara; así mismo, ésta tiene que ser nuestra labor
como sacerdotes que somos. En la Biblia no existe separación entre lo
eclesiástico y el clero, pero nosotros muchas veces no lo entendemos así y
creemos que hay que separar lo eclesiástico de lo secular. En un hogar judío el
padre era el sacerdote de la casa y ahora que estamos en el Nuevo Pacto y comprendemos
que no hay ni judío ni gentil, ni rico, ni pobre, ni laico, ni clero, sino una
casa dedicada a adorar a Dios y que todos somos sacerdotes de ese Nuevo Pacto,
debemos empezamos a trabajar en nuestros hogares.
Como esposo y padre tengo que
reproducir en los míos, el llamamiento que tengo, porque mi casa es la llamada:
“Yo y mi casa, serviremos a Jehová”. Recordemos
que el ministerio no se hereda, pero sí se engendra. Como ministros podemos
engendrar y concebir la visión de Dios, usualmente es el hombre el que tiene simiente,
pero en la Biblia no solamente el hombre la tiene, sino la mujer porque puede
engendrar en lo espiritual, hijos en el Señor. Recordemos que somos una casa
sacerdotal que puede engendrar el Evangelio por medio de la Palabra del Señor.
Habiendo pues dejado toda maldad, todo engaño,
hipocresía, envidia y toda maledicencia, desead como niños recién nacidos la
leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación;
puesto que habéis probado que el Señor es bondadoso.
1 Pedro 2:1-3
Este verso nos ubica en saber que
aunque todavía nos falta mucho por cambiar, somos sacerdotes del Señor y que para
poder desarrollarnos y llegar a la madurez, debemos desear la leche espiritual
no adulterada que es la Palabra de Dios, ya que para entrar al Reino de los
Cielos debemos ser como niños.
Muchas veces queremos dejar la
maldad, el engaño, la hipocresía, la envidia y queremos dejar de maldecir, pero
nos es muy difícil hacerlo porque todo esto está en nuestra naturaleza, la cual
se opone a las cosas de Dios y es entonces en donde no nos queda más que decir
¡Señor Ayúdame! reconociendo que tenemos que regresar a la naturaleza de un
niño y así podremos desarrollarnos como sacerdotes del Señor. Un recién nacido
anhela el pecho de su madre, no sólo para alimentarse sino por la relación que
siente al escuchar su corazón, su amor y su propósito.
Pero vosotros sois Linaje Escogido, Real
Sacerdocio, Nación Santa, Pueblo Adquirido, para que anunciéis las virtudes de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable.
1 Pedro 2:9
En este verso vemos una
progresión, es algo gradual que se va a ir dando en nuestras vidas, comenzamos
como Linaje Escogido, continuamos para ser un Real Sacerdocio, luego una Nación
Santa para que finalmente podamos ser mostrados como Pueblo Adquirido. Pero
¿Para qué? “Para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas
a Su luz admirable”. “Anunciar” significa
dar, gritar y exclamar con nuestra vida, tomando en cuenta que si tenemos que
engendrar, debemos hacerlo como maestros, porque todo es a través de la
enseñanza. La palabra “llamar” por otro lado es definir y comprometerse con ese
alguien a quien uno llama.
Debemos también aprender a
esperar en Dios, no adelantarnos a los planes de Él porque el enemigo quiere
sacarnos del plan de Dios para que sintamos frustración y cansancio. Esperemos en Dios con esperanza porque
sabemos en Quien hemos creído.
¡Dediquémonos a
formar Cuerpo en la Casa del Señor e iniciemos por nuestra propia casa porque
somos Sacerdotes de Dios!
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