martes, 26 de febrero de 2013

Pastor Héctor Nufio



NUESTRA FUNCIÓN COMO SACERDOTES


Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: “Vosotros habéis cometido un gran pecado. Pero yo subiré ahora hacia Jehová; quizás yo pueda hacer expiación por vuestro pecado.” 

Éxodo 32:30

Como sacerdotes de Dios, debemos pensar no sólo en nosotros mismos sino en los nuestros y a favor de ellos.  Moisés no se lavó las manos, estaba dispuesto a que Dios le quitara la vida al presentarse delante de Jehová sabiendo que no era un hombre puro.  Un sacerdote que está dispuesto a servir a Dios, lo hace poniéndose como instrumento para servir a otros.

Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, Él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!

Filipenses 2:5-8

Sin embargo, en nuestro caso, muchas veces tomamos una actitud diferente cuando debemos estar dispuestos a dar la vida por otros y tener la misma actitud del Señor Jesucristo. Como sacerdotes de Dios debemos tener una actitud agradable de sacrificio, presentarnos delante de Dios con un amor intenso para hacer Su voluntad, teniendo cuidado de no caer en misticismo creyendo que podemos aplacar la ira de Dios o llevar el pecado de alguien más. Cristo no aplacó la ira de Dios, sino la llevó consigo para que hoy seamos salvos.

Jehová respondió a Moisés: ¡Al que ha pecado contra mí, a ése lo borraré de mi libro! Vuelve, pues; conduce a este pueblo al lugar que te he dicho; he aquí que mi ángel irá delante de ti. Pero en el día del castigo yo les castigaré por su pecado.

Éxodo 32:33-34

Debemos comprender que de nosotros depende el desarrollo de un linaje; la salvación no se hereda pero sí se engendra al igual que el ministerio. Tenemos que activarnos y regresar al plan de ser esposos, pastores, hijos y padres, entendiendo que no es un plan humano, sino divino y tomar responsabilidad de alcanzar aquello por lo cual fuimos alcanzados.  Fuimos engendrados para engendrar a otros.  

Nada, ni nuestros sentimientos, ni la idolatría gentil que podamos tener, nada nos puede quitar el pensamiento de que no podemos hacer nada sin Dios.  “De balde edifica el hombre si no edifica con Él”.  A veces el cansancio hace que nos convirtamos en cristianos administrativos y oímos por oír, hablamos por hablar y nos movemos por movernos, pero la administración trae amargura y nos lleva a juzgar a otros.

Dios anda buscando que le entreguemos nuestra debilidad. Moisés sabía que ahora tenía la responsabilidad de dirigir a Israel, Dios lo estaba enviando para que se encargara de que se cumpliera la promesa que Dios les había dado, sin embargo Moisés se dio cuenta que no era capaz de hacerlo.  Como sacerdotes debemos reconocer nuestra incapacidad, pero nunca lavarnos las manos sino tener la actitud de que Dios nos usará.  Debemos de mantener la responsabilidad en todo momento, humillándonos ante Dios.

Como sacerdotes tenemos que cumplir con el propósito de Dios de llevar salvación a otras vidas iniciando con nuestra familia ya que somos escogidos, pues somos la voluntad de Dios para la casa en la que fuimos puestos. No caímos en ella por casualidad, estamos en la voluntad de Él  y somos las personas adecuadas para hacerlo al igual que Moisés porque Él nos ha escogido.

Al oír el pueblo esta mala noticia, ellos hicieron duelo. Ninguno se atavió con sus joyas. Entonces Jehová dijo a Moisés: Di a los hijos de Israel: "Vosotros sois un pueblo de dura cerviz; si yo estuviese un solo instante en medio de vosotros, os consumiría. Ahora pues, quitaos vuestras joyas, y Yo sabré qué he de hacer con vosotros."

Exódo33:4-5

Debemos despojarnos de la capacidad de tener otros dioses.  El pueblo que va a ser usado por el Señor tiene que ir rompiendo con su capacidad de convertirse en idólatra.

Muchos caemos en idolatría, el idólatra no sólo es el que adora a ciertos dioses sino el que adora al Dios Verdadero pero se hace imagen también de otros dioses.  Si decimos “yo soy de Cristo” pero lo hacemos para sentirnos mayores que otros, despreciando, es pecado e idolatría.  

Otra actitud que debemos mantener como sacerdotes es que debemos depender de la presencia del Señor no importando las circunstancias.

Ahora, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor muéstrame Tu camino, para que te conozca y halle gracia ante tus ojos; considera también que esta gente es Tu pueblo.

Éxodo 33:13

Este es el desafío que tenemos como sacerdotes, sin Su visión, sin Su propósito y sin Su desafío no somos nada. 

 ¡Hoy confesemos que el que comenzó la buena obra en nosotros, no se detendrá hasta terminarla, hoy nos metemos bajo esta promesa!


miércoles, 13 de febrero de 2013

Pastor Héctor Nufio



LA NUEVA FAMILIA SACERDOTAL 


La expiación abrió las puertas para un nuevo sacerdocio; ahora somos sacerdotes de Dios y nuestro Sumo Sacerdote es el Señor Jesucristo. En la Cruz del Calvario terminó la administración de la ley para condenar y se inició la administración de la ley para restaurar. Para que esto se llevara  a cabo, era necesario un nuevo pacto, un nuevo santuario y un nuevo pueblo en el cual existiera el entendimiento de que Cristo está por encima de la ley.

Él fue Justo y Fiel hasta la muerte y muerte de cruz y por lo tanto está por encima de la ley no para cambiarla, sino para aplicarla conforme a Su deseo y éste es de transformarnos y mostrarnos que somos un nuevo sacerdocio.

¡Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti Jehová? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
Miqueas 6:8

Podemos ver el hacer justicia como una declaración de condenación total, pero nosotros debemos hacerla y aplicarla para restauración total.

Jehová pasó frente a Moisés y proclamó: —¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad.
Éxodo 34:6

No hay un trabajo más peligroso y con más responsabilidad que ser sacerdotes y para esto, debemos entender qué es lo que quiere Dios de nosotros, por eso es esencial que le conozcamos, acercándonos a Él con gozo y agradecimiento y no con temor, pues Jesucristo por medio de Su sacrificio, nos ha permitido entrar a la presencia de Dios.

Ahora pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti? Sólo que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que ames y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos que yo te prescribo hoy, para tu bien.
Deuteronomio 10:12-13

La razón por la que Dios quería un pueblo cercano a Él, era para que comunicara a otros pueblos Su gloria. En el Antiguo Testamento, la ley se reducía amar al Señor con todo tu corazón, tu alma y fuerzas. Amarlo con el corazón, significa hacerlo con mi decisión, conectándome con Él y representándolo porque Él también me representa.

Amarlo con toda mi alma es hacerlo con mis sentimientos, los cuales junto con los deseos, son parte esencial de mi ser y tengo que dirigirlos no hacia lo que me cause deseo  o satisfacción sino a lo que agrada a Dios.  El diablo que conoce mis deseos, me ofrece cosas para satisfacción, aquí es donde debo dejarme guiar no por la vista sino por el oído. La vista despierta mis deseos y es por eso que debo amar a Dios con toda mi alma, no viendo sino oyendo.

Amarlo con todas las fuerzas implica fuerza mental, económica y con todo lo que tengo.  En el Nuevo Testamento se agrega que debemos amarlo con nuestro entendimiento. Esta palabra significa revelación dando a entender que Dios me tiene que revelar su intención.  

No permitamos que nuestra decisión sea manipulada por nuestras circunstancias, para que esto no ocurra, es esencial la revelación o entendimiento; saber por qué Dios dejó la ley, entender que su verdadero sentido no es castigo sino corrección; sin embargo, ésta fue utilizada ya no para proteger al justo sino para encontrarle al justo errores.  Satán aplicaba la ley de la muerte y su intención no era restaurar sino encontrar culpable aún al más Justo, nuestro Señor Jesucristo pero el Padre vio que Su Hijo fue Justo hasta la muerte y al tercer día lo levantó entre los muertos dándonos a nosotros la bendición de ser sacerdotes de Dios.

Busquemos la misericordia en nuestras vidas, no de forma humana porque a veces sólo tenemos lástima, falta de carácter o culpabilidad. Muchas veces como humanos nos dejamos guiar por lástima pero nuestra justicia no se debe de detener en ella sino ver más allá y dar por gracia lo que por gracia hemos recibido.  La misericordia nunca se aplica con culpabilidad porque de esta manera no restaura.

La naturaleza de Dios es misericordia y su intención es restaurar a través de Su ley. Como sacerdotes debemos entender que esa tiene que ser también nuestra naturaleza. Vivimos para servir a Jehová, pero ¿Cómo lo haremos?  Si lo amamos, seremos usados como instrumentos para servir a otros, dando siempre con la intención de restaurar. La misericordia se tiene que mover en nuestras familias, es intencional y posesiva (no aprovechándose sino sembrando en el terreno que Dios me ha dado) y confesando:

¡Yo y mi casa, serviremos a Jehová!