miércoles, 23 de enero de 2013
EL NUEVO PACTO
La intención del Antiguo Testamento
fue siempre manifestar quién era el Verbo de Dios y mostrar que el sacrificio
de Jesucristo era necesario para que pudiéramos entrar al Nuevo Pacto, el cual
siempre fue el propósito de Dios respecto a Su Iglesia.
Si entendemos que estamos en el
presente de Dios, debemos comprender también el principio básico de que “El que
comenzó la buena obra en nosotros, no se detendrá hasta terminarla”. Este principio no se tiene que cumplir
solamente en mí como individuo, sino en nosotros como Cuerpo de Cristo, alcanzando
incluso a todo aquel que aún no le conoce todavía, pero ha de creer en Él. El
Señor Jesucristo en la expiación, inauguró el nuevo santuario en Su Cuerpo, el
cual está formado por todos nosotros. ¡Dios no se detendrá hasta que todos
lleguemos a la estatura del Varón Perfecto!
En el Antiguo Testamento, la
labor de un juez era enseñar a obedecer la ley para así evitar pasar sentencia
e impedir que ésta, se quebrantara; así mismo, ésta tiene que ser nuestra labor
como sacerdotes que somos. En la Biblia no existe separación entre lo
eclesiástico y el clero, pero nosotros muchas veces no lo entendemos así y
creemos que hay que separar lo eclesiástico de lo secular. En un hogar judío el
padre era el sacerdote de la casa y ahora que estamos en el Nuevo Pacto y comprendemos
que no hay ni judío ni gentil, ni rico, ni pobre, ni laico, ni clero, sino una
casa dedicada a adorar a Dios y que todos somos sacerdotes de ese Nuevo Pacto,
debemos empezamos a trabajar en nuestros hogares.
Como esposo y padre tengo que
reproducir en los míos, el llamamiento que tengo, porque mi casa es la llamada:
“Yo y mi casa, serviremos a Jehová”. Recordemos
que el ministerio no se hereda, pero sí se engendra. Como ministros podemos
engendrar y concebir la visión de Dios, usualmente es el hombre el que tiene simiente,
pero en la Biblia no solamente el hombre la tiene, sino la mujer porque puede
engendrar en lo espiritual, hijos en el Señor. Recordemos que somos una casa
sacerdotal que puede engendrar el Evangelio por medio de la Palabra del Señor.
Habiendo pues dejado toda maldad, todo engaño,
hipocresía, envidia y toda maledicencia, desead como niños recién nacidos la
leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación;
puesto que habéis probado que el Señor es bondadoso.
1 Pedro 2:1-3
Este verso nos ubica en saber que
aunque todavía nos falta mucho por cambiar, somos sacerdotes del Señor y que para
poder desarrollarnos y llegar a la madurez, debemos desear la leche espiritual
no adulterada que es la Palabra de Dios, ya que para entrar al Reino de los
Cielos debemos ser como niños.
Muchas veces queremos dejar la
maldad, el engaño, la hipocresía, la envidia y queremos dejar de maldecir, pero
nos es muy difícil hacerlo porque todo esto está en nuestra naturaleza, la cual
se opone a las cosas de Dios y es entonces en donde no nos queda más que decir
¡Señor Ayúdame! reconociendo que tenemos que regresar a la naturaleza de un
niño y así podremos desarrollarnos como sacerdotes del Señor. Un recién nacido
anhela el pecho de su madre, no sólo para alimentarse sino por la relación que
siente al escuchar su corazón, su amor y su propósito.
Pero vosotros sois Linaje Escogido, Real
Sacerdocio, Nación Santa, Pueblo Adquirido, para que anunciéis las virtudes de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable.
1 Pedro 2:9
En este verso vemos una
progresión, es algo gradual que se va a ir dando en nuestras vidas, comenzamos
como Linaje Escogido, continuamos para ser un Real Sacerdocio, luego una Nación
Santa para que finalmente podamos ser mostrados como Pueblo Adquirido. Pero
¿Para qué? “Para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas
a Su luz admirable”. “Anunciar” significa
dar, gritar y exclamar con nuestra vida, tomando en cuenta que si tenemos que
engendrar, debemos hacerlo como maestros, porque todo es a través de la
enseñanza. La palabra “llamar” por otro lado es definir y comprometerse con ese
alguien a quien uno llama.
Debemos también aprender a
esperar en Dios, no adelantarnos a los planes de Él porque el enemigo quiere
sacarnos del plan de Dios para que sintamos frustración y cansancio. Esperemos en Dios con esperanza porque
sabemos en Quien hemos creído.
¡Dediquémonos a
formar Cuerpo en la Casa del Señor e iniciemos por nuestra propia casa porque
somos Sacerdotes de Dios!
martes, 8 de enero de 2013
LA
EXPIACIÓN Y EL NUEVO SANTUARIO
Desde el punto de vista bíblico,
pecado es todo aquello que nos aleja del Señor y de la voluntad de Dios;
recordemos que no somos pecadores porque pecamos, sino pecamos porque somos
pecadores.
Reconociendo la importancia de
tener un pensamiento hebreo, debemos tener claras las siguientes verdades:
1. Nada
está en el pasado en nuestras vidas.
Siempre miramos nuestra vida y la
dividimos en pasado, presente y futuro; sin embargo, cuando se habla de
“pasado” en la Escritura, el pensamiento siempre es de algo que ya se cumplió o
consumó. Nuestro Señor Jesucristo dijo en Juan 19:30 “Consumado es” dando a
entender que ya todo se había cumplido; ya que todo en el Antiguo Testamento
era presente hasta este momento en donde se queda como pasado y se inicia el
Presente de Dios en el cual estamos. En este verso podemos ver que Cristo cumplió con todo
aquello por lo cual fue enviado y que por esto, la ley de Moisés se encuentra
en el pasado, lo cual no significa que ya no esté vigente, sino que el
propósito por el cual existía ya se cumplió en Cristo Jesús.
Para mí, el pasado y futuro es mi
vida presente, soy padre, esposo, hijo, etc. hasta que muera, de lo contrario
debo seguir perseverando.
La segunda verdad que debemos definir
es:
2. Nosotros
no establecemos la verdad por un pensamiento filosófico. (Sin embargo, esto
está sucediendo hoy en día; hay mucha gente pensadora e intelectual que quieren
establecer la verdad a través de su razonamiento y así comienzan a
desarrollarse doctrinas).
La verdad en el pensamiento
hebreo comienza con un acontecimiento o evento y no con un razonamiento. La Palabra de Dios dice claramente que en el
principio creo Dios los cielos y las tierra, lo cual nos muestra que fue un
acontecimiento, porque Dios lo dijo, así es.
Dejemos ya de buscar el
razonamiento como principio de la verdad. Todo comienza con un evento que marca
nuestras vidas y la del universo entero: La muerte de Jesús en la Cruz del
Calvario y Su resurrección, marcan el principio del Nuevo Pacto y son los
eventos primordiales que debemos
mantener vigentes en la doctrina
cristiana, ya que si comenzamos a diluir estos acontecimientos, nuestro
razonamiento se puede convertir en error. Nuestra fe tiene que estar basada en
el hecho que el Verbo se hizo carne, murió y resucitó al tercer día.
Ahora bien, el primer pacto tenía
reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal. El tabernáculo fue
dispuesto así: En la primera parte, en lo que llaman el Lugar Santo, estaban
las lámparas, la mesa y los panes de la Presencia. Tras el segundo velo estaba
la parte del tabernáculo que se llama el Lugar Santísimo. Allí estaba el
incensario de oro y el arca del pacto enteramente cubierta con oro. En ella
estaban un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y
las tablas del pacto. Sobre ella, los querubines de la gloria cubrían el
propiciatorio. De todas estas cosas no podemos hablar ahora en detalle.
Hebreos 9:1-5
Al igual que el Antiguo Pacto, el
Nuevo incluye también mandamiento, culto y santuario. Como mandamiento tenemos:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Por otro lado, cuando hablamos de
culto, éste no tiene nada que ver con los instrumentos o con alabanzas, sino es
presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a nuestro
Dios. Y al hablar del santuario se refiere al Cuerpo de Cristo. Nosotros somos templo del Espíritu Santo
porque somos parte del Cuerpo de Cristo, pero todavía no somos templo de Dios.
Sin ser parte del Cuerpo, el Nuevo Pacto no tiene santuario en nosotros. Él
mismo dijo “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”, aquí no hablaba
del templo físico, sino de su cuerpo.
Estas cosas fueron dispuestas así: En
la primera parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar
los servicios del culto. Pero en la segunda, una vez al año, entraba el sumo
sacerdote solo, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados
que el pueblo cometía por ignorancia. Con esto el Espíritu Santo daba a
entender que todavía no había sido mostrado el camino hacia el Lugar Santísimo,
mientras estuviese en pie la primera parte del tabernáculo. Esto es una figura
para el tiempo presente, según la cual se ofrecían ofrendas y
sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que
rendía culto.
Hebreos 9:6-9
Somos templo del Espíritu Santo no sólo porque habita en
nosotros sino porque Él nos está formando, no sólo somos Su habitación sino
somos Su hechura, nos está moldeando a través de Su Palabra. La palabra “santo”
significa que somos apartados con un propósito, Su Palabra nos separa y nos
santifica.
Mientras el velo estuviese
separando el Lugar Santo del Lugar Santísimo, no había acceso a Dios; por eso
el Espíritu Santo mostraba lo imposible que era para el hombre llegar a Dios,
pero ahora podemos decir que no fuimos comprados con oro o con plata, o con
cosa semejante, sino con su preciosa Sangre y es lo único que nos hace entrar a
Su presencia.
Porque si la sangre de machos cabríos
y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican
para la purificación del cuerpo, ¡cuánto más la Sangre de Cristo, quien
mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, limpiará
nuestras conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo!
Hebreos 9:13-14
Demos gracias a Dios que hemos
creído en Uno que murió bajo la ley y resucitó por encima de ésta. El evento de la crucifixión y la
resurrección, marcaron un proceso, hasta que no termine este proceso, estos
eventos no estarán en el pasado.
Estando convencido de esto: que El
que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo
Jesús.
Filipenses 1:6
Cristo en la Cruz del Calvario
avergonzó al diablo, crucificó la carne, crucificó los edictos que estaban en
nuestra contra. ¡Hoy es el día de salvación!
Acerquémonos a Dios no con
culpabilidad y vergüenza, sino con arrepentimiento, agradecimiento y con el
deseo de ser corregidos porque nada puede ser restaurado y renovado sin
corrección. ¡Hoy es el tiempo de la renovación!
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